“En la escenificación las obras cambian: sin perder su naturaleza, se vuelven otras.” Esta frase de la dramaturga y novelista Griselda Gambaro adquiere especial relevancia ante el estreno de una nueva pieza suya, La persistencia, “obra difícil, de lenguaje metafórico, sintético, y con elementos de la tragedia contemporánea”, según Cristina Banegas, a cargo de la dirección. Escrita entre septiembre y octubre de 2004, la obra parte de un hecho que por entonces conmovió al mundo: la matanza de Beslán.
...Gambaro imaginó para su obra un pueblo devastado por la guerra y una choza de aspecto primitivo enmarcada en una zona montañosa, refugio de cuatro personajes: Zaida, la mujer cuyo niño fue asesinado; su esposo Enzo; Boris, hermano de Zaida; y el Silencioso, seres a los que “el odio no consuela, pero salva” y que atravesados por el dolor manifiestan “el orgullo de los crueles” y experimentan el dulce sabor de la venganza.
“Que no mientan más con el candor de los niños, con sus sonrisas encantadoras, sus dientes de leche, sus balbuceos conmovedores”, se rebela Zaida. “Los acepto, los soporto. Para los otros sólo guardo aversión. Son nuestros enemigos, así pequeños, con sus dientes de leche, con su miedo a la oscuridad. Tramposos.” La mujer desesperada trastorna su duelo.
“Cada escena y cada decisión de los personajes encierra un dilema”, sostiene Banegas quien, además de apreciar la compleja naturaleza de la obra, confiesa haber aprovechado en los ensayos la presencia del artista plástico Juan Carlos Distéfano, esposo de Gambaro, para que la asesorara sobre los colores a utilizar en la puesta.
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