Por Ruth Mehl
No sé hasta qué punto tanto los protagonistas de este hecho como el público beneficiario somos conscientes de su carácter insólito y excepcional. Como ciudadanos de Buenos Aires, como argentinos, esta muestra nos debe llenar de orgullo, de ese recogimiento que producen las grandes obras, de gratitud por el sueño de Bufano, la fe de Kive Staiff, la determinación de Adelaida Mangani, la creatividad del grupo y por todo lo que lo hizo posible durante treinta años en la Argentina.
En este momento en que muchas cosas públicas nos avergüenzan, empezando por nuestra televisión, esto que se muestra acá es una apuesta a otra realidad nuestra, y a la esperanza, a ver que no todos buscan el camino más fácil, ni procuran el éxito explotando las debilidades y tristes miserias de la condición humana.
¿Es arriesgado decir que esto que se está haciendo en la Martín Coronado es único en el mundo? Pienso que no, que ninguna ciudad del planeta puede mostrar esta trayectoria en títeres, y que si les contáramos los diferentes entornos sociales económicos y políticos por los que atravesó y que atraviesa, no nos creerían. Pero aquí están los Titiriteros del San Martín diciendo "no arrojen la esponja", como una resistencia. Y tal vez no sería mala idea invitar a los conjuntos extranjeros a visitar esta sala y hacer el viaje de Trujamán, y estudiarlo, o simplemente disfrutarlo para que no se lo pierdan, diría...