Marilú Marini y Alfredo Arias se lucen en una puesta que no elude el grotesco. 8/10
Hay que estar muerto como Raimunda para no necesitar estrategias de convivencia. Fuera de la vida, la mujer reflexiona con nostalgia desde ese otro territorio de la fantasía donde ya no es posible influir sobre los otros ni sobre las circunstancias. Ella ha sido violentamente desalojada de un lugar que sólo le deparó frustraciones. Sus palabras son el prólogo de una historia en la que es protagonista junto a una demandante señora y al hijo de ésta, Patrick, de quien fue esposa y víctima. Para leer la crítica completa, visitar http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/10-6910-2007-07-11.html